Cuando observamos el desarrollo del ser humano desde la infancia hasta la edad adulta, observamos el crecimiento de la mente, del alma y del espíritu. Entre el nacimiento y alrededor de los seis años de edad, el niño está preocupado por su desarrollo emocional (alma). Está construyendo un buen marco de referencia ego-típico, su base de seguridad para la vida futura, que irá utilizando para comprobar su conocimiento (mente) y sus metas (espíritu). Cuanto mejor sea su desarrollo emocional, mejor será su estabilidad en la vida. Entre los seis y doce años – edad escolar – se incorpora el conocimiento (la mente), pero todavía separado de las emociones. En ese momento el conocimiento es muy importante, pero después de cada experiencia de aprendizaje, el niño regresa a la emoción, a jugar y a soñar. Su postura también se hace más pronunciada. Así, entre la infancia y los seis años tiene lugar el desarrollo emocional y entre los seis y los doce años aparece el conocimiento, aunque la concentración (la mente) actúa de forma separada del sentimiento.

Finalmente, entre los doce y los dieciocho años, tiene lugar la mezcla especial y única entre sentimiento y conocimiento, a través del mecanismo de partida (espíritu) y acompañada por las nuevas emociones hormonales. Esta amalgama de mente, alma y espíritu que forma un individuo único, es lo que se conoce como pubertad.

Este libro se basa en la emoción (el alma), porque cuando ocurren crisis, como la enfermedad o la guerra, el ser humano siempre regresa a las primeras certezas de su vida. Pensamos en ello como un tipo de regresión. Cuando estás realmente cansado, regresas a las primeras certezas de tu vida, y eso es el sentimiento. Un paciente enfermo normalmente está más en contacto con sus emociones y tiene una mayor sensibilidad que una persona sana.