afectadas por artritis reumatoide, que lograron manejar su dolor y agresividad; otros por tumores malignos, cuyo crecimiento remitió; incluso algunos pudieron crear un equilibrio armónico con el tumor y facilitaron así su proceso final. Y por último, y no por eso menos importante, me han estimulado a escribir mis colegas, especialistas de diferentes disciplinas y médicos generalistas, quiénes enseñaron a sus pacientes a combatir el dolor con la ayuda de una simple aritmética, sin tener que acudir a los remedios médicos que acaban mermando la independencia de la persona.
Me atrae la playa cercana. Me gustaría salir a pasear y recoger conchas, o tal vez a navegar. Quedarme a solas, sin pensamientos. Me atrae, pero estoy clavado en mi silla. Me he preparado durante semanas para esta labor y debo hacerla y dejarla acaba estos días. Quiero sacarme de encima esta carga que yo mismo me he impuesto, y lograr dar forma a todas estas ideas y sentimientos. Es difícil, hay que buscar las palabras correctas para comunicarme con gente que no conozco y que no me han preguntado nada en concreto. Pienso en la literatura que he repasado una y otra vez; en los cientos de veces que he explicado y aclarado mi planteamiento; en la cantidad de tiempo que he invertido en hacer el sistema estanco. Pienso en Mariëtte y los niños, que se han quedado solos tan a menudo, cuando yo he tenido que ir a trabajar. Pienso en todas aquellas personas que vinieron a mí siendo totalmente dependientes y a quiénes logré independizar, con el fin de que sólo dependieran de ellos mismos y no de los médicos, como ocurre tan a menudo. Pienso en todos los casos que, a lo largo de los años, han ido llegando a mí, desde dolores de espalda a dolores de estómago, incluso cáncer en sus etapas finales. Siempre los traté aplicando el mismo método pero hablándoles en un idioma diferente cada vez, adaptado a la situación, las experiencias, la vida y la condición de cada uno. Veo los dedos de aquel paciente con artritis reumatoide que rápidamente se deshincharon; veo aquel tumor en el hígado que se redujo asombrosamente; recuerdo los casos de lumbago y ciática, que respondieron de manera impresionante; rememoro el paciente con leucemia, cuyo hemograma mejoró. Recuerdo aquellas veces que, aún siendo un joven médico, utilicé mi propia teoría para luchar contra el cáncer, en casos en los que mis colegas más experimentados y los propios pacientes ya se habían rendido. Ahora, todo esto acude a mi mente cuando trato de transmitir la forma de combatir la enfermedad desde dentro de la persona, con sus propias herramientas, su psique y su naturaleza. No menciono la dieta ni la medicación. Tengo fe en el maravilloso mecanismo que es el cuerpo humano, capaz de descomponer, de no absorber o incluso de filtrar las sustancias nocivas; un organismo dispuesto a encontrar su propio camino, siempre y cuando pueda hacerlo sin restricciones. Me interesa el sistema de control que se encuentra detrás de los procesos y confío plenamente en ellos. Nunca me han decepcionado.
En este libro voy describir el fundamento psicológico de cada individuo, a pesar de que se trata de algo único para cada individuo. Explicaré cómo, con esas constantes, cada uno tiene la capacidad de rendir de forma óptima. Trato la psique desde un ángulo diferente al de la psicología o psiquiatría, perp también debo abordar las formas de expresión de las que dispone cada persona, es decir, debo hablar de los músculos y el esqueleto.
Presento una descripción de la psique de naturaleza matemática bastante exacta, pues no soy un filósofo. No entro en debate sobre las teorías de felicidad y fuerza interior, las dejo en manos de lo establecido por religiones y sectas como el Hinduismo, Budismo, Cristianismo o Humanismo. Cada persona es libre de tener sus propias convicciones. Lo que me importa es establecer bien las bases, pues sólo así el ser humano puede alcanzar su meta.